Carl Rogers, creador de este enfoque psicoterapéutico, dice:

“El propio hombre ya no puede ser visto como un gran computador, como un paquete mecánico de estímulo y respuesta. Nuestro concepto de persona está delante de una drástica mudanza. Esta persona tiene, por lo que nos es dado percibir. un potencial inimaginado. La inteligencia no consciente de esta persona tiene capacidades enormes. Puede controlar muchas funciones corporales, puede curar dolencias, puede crear realidades nuevas. Puede penetrar en el futuro, ver cosas a distancia, trasmitir pensamientos directamente. Esta persona está ganando tanto una nueva conciencia de fuerza y poder cuanto el reconocimiento de que la única cosa constante en la vida es el proceso de mudanza (transformación)”.

La OBRA de CARL ROGERS – 1902-1987- PSICOTERAPEUTA, INICIADOR -junto con Abraham Maslow- del enfoque HUMANISTA en PSICOLOGÍA.

El primer nombre con el que denomina Rogers su obra es el de “Terapia no directiva” (1940-1950). Es este periodo como un primer momento de rebeldía, una época que encuentra al planeta en plena 2da. Guerra Mundial, y al mundo de la psicología en EE.UU., dividido en dos grandes doctrinas (ambas dominadas por el modelo científico del positivismo lógico: el conductismo y el psicoanálisis. Lo suyo surge como resultado, entre muchas otras influencias que él describe en sus datos autobiográficos. de una práctica con niños en relación con la “escuela de Filadelfia”, ligada casi místicamente a las ideas de Otto Rank, y como una actitud contestataria a las prácticas manipulativas, especulativas y racionales derivadas de las psicoterapias imperantes en la época.

El concepto síntesis de este periodo sería el respeto por la autonomía del consultante y su capacidad potencial para direccionar su curación.

Luego de su extensa investigación y trabajo clínico con las personas, cambia el nombre de su obra por el de “Terapia Centrada en el cliente” (1950-1960). Podríamos definir este periodo como más intelectual, y de construcción de la constelación conceptual que da cuenta de su teoría de la personalidad y del proceso de cambio en la psicoterapia, además del acento en los aspectos técnicos. El concepto clave de este periodo sería el acento en el marco referencial interno del cliente o consultante.

Posteriormente, vuelve a especificar la denominación de su Obra por “Terapia Centrada en la Persona” (1960-1980). Este periodo es el más expansivo, coincide con un momento de la vida americana que se caracteriza por la aparición del “fenómeno hippie” (cuyo ideario es bastante coincidente con la filosofía de vida explícita en la propuesta rogeriana); la decepción de Vietnam y la aparición de fuertes fisuras en la estructura del imperialismo americano. Surge el movimiento de la PSICOLOGÍA HUMANISTA, uno de cuyo líderes es el propio CALR ROGERS.

En lo que hace a su psicoterapia, la nota esencial es la preocupación por lo interpersonal, no es va la persona del consultante sino el vínculo terapeuta- consultante. Su práctica se desplaza de la psicoterapia individual a los grupos de encuentro que representan para él una fuente importante de aprendizaje de las relaciones interpersonales.

Sobre el final, denomina su Obra “Terapia centrada en lo transpersonal”. Su muerte, ocurrida en febrero de 1987, lo encuentra sumido en la práctica de una actividad: grupos de encuentro en situaciones de conflictos sociales, a la que recientemente se le ha dado una particular importancia en el campo de las relaciones internacionales y del derecho, cual es la de la mediación, actividad ésta vinculada a lo que me permito llamar provisoriamente “macro-empatía”. como una alternativa válida a la noción tradicional de conflicto y de resolución de conflicto. Este podría ser un cuarto momento en el cual se lanza decididamente a una búsqueda espiritual, sin con esto renegar de nada de lo construido hasta ese momento, en una síntesis cada vez más abarcativa. Tal vez podríamos definirlo tratando de encontrar un concepto clave, en coincidencia con una denominación acunada no hace muchos años, como un momento transpersonal.

Las CONSTANTES del pensamiento rogeriano. BASES y FUNDAMENTOS del COUNSELING.

Una HIPÓTESIS:

La existencia en el cosmos en general y en los organismos vivos en particular de una TENDENCIA SINTRÓPICA a la que llama tendencia actualizante, o más ampliamente. tendencia formativa.

Una CREENCIA:

La confianza en que existe una sabiduría organísmica que conduce al cosmos en general y a la criatura humana en particular a la realización de todas sus potencialidades. y que éstas son esencialmente afirmativas de la vida y del desarrollo.

Una ESTÉTICA:

Referida a las formas que facilitan el proceso de transformación en psicoterapia y en las relaciones humanas en general:

• La EMPATÍA como forma del ejercicio de la alteridad.

• La ACEPTACIÓN INCONODICIONAL como forma del ejercicio del respeto,

Positiva, libre de prejuicios.

• La CONGRUENCIA como forma del ejercicio de la libertad y la responsabilidad.

Una PRAXIS:

Basada en la noción de organización y reorganización perceptual. Orientada en procura de una mayor libertad experiencial y organísmica, donde los cambios de naturaleza claramente configuracional se operan en relación al concepto de “sí mismo” y las construcciones teóricas de él derivadas.

Repasamos cada una de las Constantes mencionadas

La HIPÓTESIS BÁSICA

A lo largo de su obra, esta hipótesis a la cual se la reconoce como la “noción clave”, fue enriquecida con abundantes experiencias provenientes tanto del campo de la psicología como de la biología, y últimamente de la física y la epistemología.

La TENDENCIA ACTUALIZANTE es definida por Rogers en sus comienzos como “la capacidad que tiene el ser humano, latente o manifiesta, de comprenderse a sí mismo y de resolver sus problemas de modo suficiente para lograr la satisfacción y la eficacia necesarias a un funcionamiento adecuado.

C. Rogers expone:

“Sugiero la existencia de una tendencia direccional formativa en el universo. que puede ser localizada y observada en el espacio estelar. en los cristales. en los microorganismos, en formas más complejas de vida orgánica y en los seres humanos. Se trata de una tendencia que evoluciona hacia un mayor orden, mayor complejidad y una mayor capacidad de interrelación. En el ser humano, esta tendencia se manifiesta en la evolución que parte de una sola célula, para llegar a un funcionamiento orgánico complejo, a unos conocimientos y sensaciones inconscientes, a un conocimiento consciente del organismo y del mundo externo, y a un conocimiento trascendente de la armonía y unidad del sistema cósmico, incluida la propia humanidad. (…)

Asi pues, al facilitar un CLIMA PSICOLÓGICO para permitir que las personas sean tanto si se trata de clientes, estudiantes, obreros, como miembros de un grupo no nos ponernos en manos del azar. Nos infiltramos en una tendencia que impregna la totalidad de la vida orgánica, que permite alcanzar la máxima complejidad de que el organismo sea capaz. Y a una escala todavía mayor, creo que sintonizamos con una potente tendencia creativa que ha formado nuestro universo, desde el diminuto copo de nieve, hasta la mayor de las galaxias, desde la ameba hasta el más sensible y dolado de los seres humanos. Además, puede que estemos tocando el borde de nuestra capacidad para trascendernos a nosotros mismos, para crear direcciones nuevas y más espirituales en la evolución humana.

Este estilo de formulación constituye para mí, la base filosófica para un  enfoque de la persona. Justifica mi dedicación a una forma de ser afirmativa de la vida”.

La contundencia de esta última frase de Rogers me permite introducir una reflexión acerca de la tendencia actualizante como MOTIVACIÓN BÁSICA del hombre.

La CREENCIA ORIGINAL

Esta creencia o CONFIANZA BÁSICA está sin duda íntimamente relacionada con la hipótesis de la tendencia actualizante, pero no se trata ya de afirmaciones teóricas fuertemente apoyadas en investigaciones, tanto en el campo de la psicología como en otros campos científicos; se trata más bien de una afirmación encarnada en la experiencia vivencial de quien la sustenta.

Es imposible permitirle y facilitarle al consultante el comando de su propia vida y de sus propias decisiones si genuinamente no confiamos en su capacidad potencial de hacerlo. Sin duda es factible objetar la concreción en la realidad de esta capacidad humana, pero no es posible perder esta confianza en el carácter potencial de la misma. Hasta bíblicamente el hombre podría ser definido como capaz del pecado original, pero no podemos ignorar que, aunque esto fuera así, su conducta respondería al plan divino. O bien. como lo dice hermosamente Borges en un cuento llamado “La rosa de Paracelso”, en el cual el maestro le dice al que pretende ser su discípulo que “el verdadero haber sido arrojado del paraíso es no darnos cuenta que estamos en el paraíso”.

La estética de las ACTITUDES

Estas actitudes nombradas a continuación, instrumentadas por el terapeuta, darían al consultante la posibilidad de su transformación en un sentido pleno de su desarrollo personal. Metafóricamente son el abono, el riego y la luz que permitirían a una planta el desarrollo pleno de su posibilidad de ser esa planta que es.

La base a partir de la cual Rogers plantea la existencia de estas tres actitudes básicas resulta estrictamente de su experiencia clínica y de una cuantiosa serie de investigaciones clínicas y estadísticas derivadas, que dan validez a esta observación. Estas actitudes debieran formar parte del bagaje experiencial del terapeuta, y como se verá más adelante en el párrafo correspondiente a la técnica, por sus características exceden el plano de lo estrictamente profesional y se construyen en un intento por vivir en acuerdo con ellas.

Comencemos con:

EMPATÍA

En muchos de sus libros y artículos, Rogers da cuenta de esta condición básica para el desarrollo de un proceso terapéutico. De las definiciones que él da, creo que la que reproduzco a continuación es tal vez la más sencilla y a la vez la más completa:

“La comprensión empática significa que el terapeuta siente exactamente los sentimientos y las intenciones personales que están siendo experimentados por el cliente, al que comunica esta comprensión. En sus mejores momentos el terapeuta está tan metido en el mundo privado del otro que puede aclarar no solamente el significado de las cosas de las que el sujeto es consciente, sino también de las que permanecen debajo del nivel de la conciencia. Este tipo de escucha, sensible, activa, abunda muy poco en nuestras vidas.

Nosotros creemos que escuchamos, pero muy raramente escuchamos con auténtica comprensión, verdadera empatía.

Me parece útil tratar de precisar a qué se refiere este concepto en el campo especifico de la psicoterapia y de las relaciones de ayuda en general, dado que de acuerdo a cómo entendamos que opera en la práctica es que nos posicionaremos frente al otro en nuestra experiencia cotidiana.

Una primera y muy general aproximación a la definición de captación empática es que se trata de una forma de captación de la realidad experiencial del otro.

Pero ¿cuál es el modo en que realizamos esa captación? ¿Se puede aprender? ¿En qué interviene la información para mejorar esa práctica? ¿Es una capacidad innata en todos los seres humanos? ¿Es una percepción, un sentimiento, una intelección?

Cuando hablamos de capacidad de escuchar nos estamos refiriendo a la captación de la experiencia vivida por el consultante, más que a la atención por los datos “objetivos” del relato. A veces se trata de captar la experiencia vivida en el momento actual en que se está relatando algún episodio, otras veces es la experiencia vivida en el momento en que se vivió ese episodio. Para nosotros es más importante captar el “cómo” más que el “qué”.

Desde ese punto de vista la empatía, más que un atributo de un individuo respecto de la realidad afectiva de otro, es un acontecimiento emocional que incluye a empatizante y empatizado en un movimiento de mutua implicación que parece ser la levadura que permite la aparición de la transformación y la ayuda en el contexto de esa relación.

Empatizar es entonces estar en contacto: con uno, con el otro, con el entorno, todo como uno, y uno como todo.

Como se puede observar, esta manera de entender la comprensión empática se aleja del habitual “ponerse en el lugar del otro”. Creo que esa experiencia no es posible, pero aun en el supuesto de que lo fuera, se perdería el efecto profundamente ayudador de la empatía, que es la certeza de sentirse escuchado por otro que capta, experiencialmente, el mundo experiencial de uno.

Con relación a esta modalidad de comunicación existe una posibilidad de: a) abrir el campo experiencial con el máximo de libertad y autonomía; b) compro-al consultante a apropiarse del significado que siente propio; desalojar las cuestiones del plano del entendimiento, donde habitualmente tienden a alojarse; d) crear un código común del vínculo, que es propio e intransferible, que le permite a lo largo tratamiento enriquecerlo y cultivarlo.

ACEPTACIÓN POSITIVA INCONDICIONAL

Esta es, de las tres, la actitud primeramente descripta en la terapia de Rogers. Se funda en lo que en sus primeros escritos describía como la calidez, como clima aceptador. Si bien hay una relación estrecha con las otras actitudes, ésta podría caracterizarse por ser la que provee al consultante el clima de seguridad y de ausencia de amenaza. En palabras de Rogers, … un cambio terapéutico es más probable cuando el terapeuta está experimentando una actitud positiva, aceptante, hacia cualquier cosa que el cliente es en ese momento. Esto requiere que el terapeuta desee que el consultante sea cualquier sentimiento que esté presente en ese momento confusión, resentimiento, miedo, coraje, valor, amor, orgullo. Es un aprecio no posesivo. La investigación indica que mientras más esta actitud es experimentada por el terapeuta, mayor es la posibilidad que la terapia sea exitosa.

Esencialmente, esta actitud procura permitir al terapeuta asomarse al mundo interno del consultante del modo más “ingenuo”, es decir lo más libre de juicios y prejuicios que le sea posible.

Se llama también a esta actitud “Validación incondicional de la experiencia”. Nótese que se habla de validación, es decir de algo que da validez, no valoración. Validar aquí significa sólo constatar la existencia, es decir: “hay tal o cual experiencia sin que esto implique convalidarla (“esto está bien”) ni invalidarla (“esto está mal”).

Esta experiencia en el contexto de una relación terapéutica tiene, sin lugar a dudas, un enorme efecto liberador y aceptador, que permite el desarrollo pleno de las posibilidades de las personas.

Es por esto que se define esta actitud como la forma del ejercicio del respeto. Respeto por la diferencia, por la experiencia del otro y por la propia, aceptación de esta diferencia que, a mi modo de ver, funda la posibilidad de un encuentro.

CONGRUENCIA

Rogers se refiere a la congruencia, como la genuinidad, la autenticidad. Mientras más el terapeuta sea él mismo en la relación, sin poner fachadas personales o barreras profesionales, tanto mayor es la probabilidad de que el consultante cambie y crezca de un modo constructivo. Esto quiere decir que el terapeuta está siendo abiertamente los sentimientos y las actitudes que están fluyendo dentro de él en este momento. El término transparencia da el sabor de este elemento: el terapeuta se hace transparente al cliente: el cliente puede ver con claridad lo que el terapeuta es en la relación: el cliente no experimenta reserva o secreto por parte de aquél. En cuanto al terapeuta, lo que él experimenta está abierto a la conciencia, puede ser vivido en la relación, y puede ser comunicado si es apropiado.

¿Qué significa esto en términos prácticos? Significa que cuando el cliente está sufriendo o afligido. es probable que el terapeuta estará experimentando afecto, o compasión o comprensión. Pero en otros momentos de la relación. él puede estar experimentando aburrimiento. o coraje. o aun miedo de un cliente destructivo. Mientras más consciente pueda ser el terapeuta. mientras más pueda dejarse ser y expresar estos sentimientos. sean positivos o negativos. más probable es que. pueda ayudar a su cliente. Son los sentimientos y las actitudes los que ayudan cuando son expresados. y no las opiniones o juicios acerca del otro. El terapeuta solamente puede ser congruente y útil al expresar los sentimientos que él reconoce como suyos. En la medida en que el terapeuta experimente.

En la medida en que el consultante se siente realmente escuchado de una forma validante de su experiencia, él se vuelve más capaz de escucharse a sí mismo con aceptación, y con esto oír y aceptar aquello que esté experimentando, sea amor u odio, coraje o cobardía. Esto le permite escucharse cada vez con más libertad (reduciendo el poder que otros han tenido sobre él para inculcarle culpas, miedos e inhibiciones). De este modo crece el poder personal, se posee a si mismo de un modo más autónomo. “Conforme el cliente se va haciendo más consciente de sí mismo, más aceptante de si, menos defensivo y más abierto, encuentra por fin la libertad de crecer y cambiar en las direcciones naturales del organismo humano. Esta posibilidad de desarrollarse de acuerdo con sus experiencias le permite llegar a ser más auténtico, más verdadero, y con esto más pleno”.

La PRAXIS de la organización del sí mismo.

Este apartado se refiere al proceso por el cual alguien “enferma” y por lo mismo alguien puede encontrar el camino para su “curación”. Es la nota esencial de la teoría de la personalidad en Rogers, y si bien algunas modificaciones fue sufriendo con el tiempo, este concepto del sí mismo es aquel sobre el que pivotea la noción de cambio a través de toda su obra.

Para Rogers, perdemos esa capacidad de evaluación directa de la experiencia y acabamos comportándonos y actuando de acuerdo con aquellos valores que nos deparan aprobación social y afecto. Cedemos el centro de la valoración de la experiencia que ahora se encuentra radicada en otros, y por esto nos sentimos asustados, inseguros, vulnerables, y nos aferramos a los valores que sostienen nuestra imagen del “yo” ajenos a nuestra sabiduría organísmica. Veamos entonces cómo surge, cómo se constituye este mecanismo, que resulta ser el ámbito donde se desarrolla la posibilidad del enfermar.

La siguiente es una definición del yo (si mismo o self usan indistintamente en su obra):

‘Es un conjunto organizado y cambiante de percepciones de un sujeto y que se refieren a el mismo. Es una estructura perceptual que incluye las características, atributos, cualidades, y defectos, capacidades y límites, valores y relaciones que el sujeto reconoce como descriptivos de sí mismo, y que percibe como datos de su identidad. Esta estructura perceptual forma parte central de la estructura perceptual total que engloba todas las experiencias del sujeto en cada momento de su existencia”.

Es importante advertir el carácter configuracional de esta definición: es decir que el yo no es una sustancia psíquica, no es una entidad inmóvil, sino más bien una Gestalt, una estructura perceptual, un sistema organizado, móvil, y como tal, expuesto a variaciones máximas, aun frente a estímulos pequeños. Esto significa que esta estructura puede variar en forma súbita, organizándose, desorganizándose y reorganizándose y no necesariamente como una progresión de sumas o restas.

Decíamos, al hablar de la tendencia actualizante, que es la motivación básica de la vida de una persona, y que tiene por efecto dirigir el desarrollo del organismo humano hacia una mayor autonomía y unidad. Pero como vemos, hay un sector de la experiencia humana que corresponde a la estructura del sí mismo- que se va desarrollando en la medida en que el organismo se va diferenciando, constituyéndose en una especie de subsistema regulador de la experiencia. De tal manera que cabría hablar de una tendencia actualizante del yo o del si mismo. Cuando hay acuerdo entre la experiencia del yo y la experiencia del organismo. la tendencia aclualizante opera de un modo relativamente unificado.

Pero frecuentemente existe un estado de desacuerdo entre la imagen de sí mismo y la experiencia vivida. Esto conduce al sujeto a un estado de tensión y confusión. En ciertos aspectos, su comportamiento responde a la necesidad de conservar la imagen del sí mismo, y en otros responde a la exigencia de su organismo. De tal manera que deja de comprenderse a sí mismo y entra en una espiral por la cual se ve haciendo o experimentando cosas que no quería hacer o experimentar, o dejando de hacer cosas que si deseaba. A veces esto se traduce en profundos desarreglos, síntomas, o diversas formas de padecimientos. Muy sucintamente, éste sería para Rogers el proceso del enfermar.

La psicoterapia seria, entonces, por lo que hemos visto en relación a las actitudes, un camino posible para desandar, para recuperar de un modo más pleno, su capacidad para reorganizar su noción de sí mismo de modo que se haga más compatible con la totalidad de su experiencia.

Tres son las ideas motrices que impulsan la obra de Rogers:

La primera es la LIBERTAD como expresión de una permanente disposición a la transformación tanto de uno mismo como del mundo y de los otros.

La segunda es el RESPETO POR LA DIFERENCIA con el otro y con uno mismo, a punto de poder volverse una verdadera indiferencia en cuanto vivencia de integración en la totalidad.

Y por último la ayuda como GENUINO INTERES Y PRESENCIA, como modo de estar dispuesto al encuentro más que como un operar de técnicas e instrumentos sin considerar al otro y al mundo, por lo que frecuentemente vemos más interés en el instrumento y la instrumentación que en aquel sobre quien se aplica tal instrumento.

TEXTO DE:

Claudio Adrián Rud – Médico psiquiatra, egresado de la Universidad de Buenos Aires en 1968. Es psicodramatista y psicoterapeuta rogeriano. egresado del Centro de Estudios Psicológicos de Orientación Rogeriana (CEPOR) en 1971. Es miembro fundador de la Sociedad Argentina de Psicodrama. y cofundador. del Centro de Estudios Psicológicos de Orientación Rogeriana (CEPOR). en 1969. También primer coordinador de la Asociación del Enfoque Centrado en la Persona (AECP). 1987. Es docente dé Psicología Comprensiva en la Universidad de Buenos Aires: de Métodos y Técnicas en Psicoterapia en la Universidad de Belgrano: y docente de Psicodrama. Es director de la Escuela Argentina del Acercamiento Centrado en la Persona.

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